Si pensamos en qué nos diferencia a los Homo sapiens del resto de nuestros antecesores probablemente no tengamos en mente la barbilla... aunque este sea un rasgo que no ha sido compartido con otros homínidos. Se han barajado varias opciones sobre cuál es el papel de esta prominencia ósea tan singular.
La hipótesis más aceptada es que el mentón es un contrafuerte que ayuda a la mandíbula a sobrellevar el estrés mecánico de la masticación. El mentón es el punto de inserción de varios músculos que recubren el maxilar inferior, de modo que al masticar, ya que solemos usar los molares de un solo lado de manera alternada, la tensión se dirige hacia el centro de la mandíbula en lugar de concentrarse en un lado.
Pero si es así, ¿no deberían otros primates con una alimentación más contundente tener más mentón que nosotros? Nuestros antecesores tenían una mandíbula muy potente con dientes prominentes adaptada a una dieta fibrosa. Con la aparición del fuego y los cambios nutricionales, el número de dientes se redujo sustancialmente y la base donde estos dientes se asientan se volvió más fina, pero se conservó el grosor en la zona central, dando lugar al mentón. Es decir, que la barbilla es el resultado de una reducción del resto de hueso que rodea la barbilla, más que un crecimiento posterior. El resto de primates tienen también el punto de inserción muscular, solamente que no protuye como en nosotros porque el resto de mandíbula está igualmente desarrollada.
También es interesante como en los últimos años los antropólogos han vinculado el mentón con el habla. Según esta hipótesis el mentón sería una respuesta evolutiva a las tensiones generadas por los músculos de la lengua al articularla para hablar, especialmente por los músculos genioglosos (que se insertan en la parte posterior al mentón).
Por otro lado, hay quien menciona la forma del mentón puede ser un rasgo de atracción sexual. En los hombres, una mandíbula más ancha se correlaciona con mayores niveles de testosterona, mientras que en las mujeres esta correlación es inversa con los niveles de estrógenos. Esta hipótesis parece no tener muchos adeptos, pero explicaría porque tenemos diferentes tamaños según el sexo de individuo.
Muy probablemente todas estas explicaciones juegan un papel más y menos importante para desentrañar por qué tenemos mentón, aunque no sabemos del todo cierto cuál prevalece sobre las demás.
También es interesante como en los últimos años los antropólogos han vinculado el mentón con el habla. Según esta hipótesis el mentón sería una respuesta evolutiva a las tensiones generadas por los músculos de la lengua al articularla para hablar, especialmente por los músculos genioglosos (que se insertan en la parte posterior al mentón).
Por otro lado, hay quien menciona la forma del mentón puede ser un rasgo de atracción sexual. En los hombres, una mandíbula más ancha se correlaciona con mayores niveles de testosterona, mientras que en las mujeres esta correlación es inversa con los niveles de estrógenos. Esta hipótesis parece no tener muchos adeptos, pero explicaría porque tenemos diferentes tamaños según el sexo de individuo.
Muy probablemente todas estas explicaciones juegan un papel más y menos importante para desentrañar por qué tenemos mentón, aunque no sabemos del todo cierto cuál prevalece sobre las demás.