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26 abr 2015

La mala fama de los corsés

El corsé ha sido tomado como símbolo de represión hacia las mujeres, motivo por el que se inició toda una campaña de desprestigio hacia el objeto, desde tiras cómicas ridiculizando la obsesión por conseguir una cintura de avispa imposible hasta artículos donde se describían toda clase de lesiones físicas provocadas por su uso. Nadie niega que usar un corsé es tremendamente incómodo, y más en el caso de los corsés clásicos.


Se podría pensar que la eliminación de los corsés clásicos fue un acto de rebeldía feminista, aunque si miramos a los textos antiguos quienes más vilipediaron esta prenda fueron los textos médicos de la época victoriana, que intentaban convencer a adaptarse a ropajes menos insinuantes y más acordes a la moralidad de aquellos tiempos. En otros casos, los médicos también instaban a sus pacientes a abandonar el corsé por motivos de salud, en algunos casos más acertados que en otros; por ejemplo, se decía que la opresión aumentaba el riesgo de piedras en la vesícula, como a día de hoy sabemos que el principal factor de riesgo de este trastorno es ser mujer de cuarenta años (como muchas de las usuarias de corsé de la época).

Probablemente la mayoría de mujeres no aspiraban a ceñirse tanto el corsé como para conseguir una cintura de avispa y acarrearse problemas de salud, aunque con su uso diario se puede conseguir, como Cathie Jung, que posee el récord Guinness por la cintura más estrecha, de tan solo 38 cm. Si bien estos casos son raros, el tightlacing o corseting existe como modificación corporal extrema, ya que consiste en moldear la cintura para que la apariciencia sea la misma sin el corsé puesto, cosa que requiere llevarlo más de 20 horas al día.

Algunos estudios demuestran que el volumen pulmonar se puede ver afectado si se intenta atar el corsé más estrecho que el diámetro de la cintura natural, en concreto se puede llegar a perder un 10% del volumen corriente (lo que se inhala y exhala en una respiración normal o no forzada). Además, los corsés pueden modificar la forma de la caja torácica, sobre todo alterando la posición de las costillas falsas (que no se articulan directamente con el esternón, sino a través de la unión a la séptima costilla) y las flotantes (que no se unen al esternón). Hay muchas autopsias de esta época donde se ve alteración de las últimas costillas, aunque también hay que tener en cuenta que se trata de una época con una gran prevalencia de raquitismo, que causa alteraciones similares en la caja torácica.

Por lo que respecta a la pelvis, se llegó a decir que los corsés tenían un impacto negativo en la fecundidad, aumentando la tasa de abortos. Hay una correlación entre los esqueletos con alteraciones en las costillas (debido al corsé o a otras causas) con el hallazgo de pelvis más estrechas, aunque el diámetro interno de la pelvis no cambiaba, de modo que este no era un obstáculo a la hora del parto y tampoco podía relacionarse con abortos espontáneos. Por otro lado, y esto es algo que me dejó de piedra la primera vez que lo leí, existían también corsés para embarazadas, muchas veces para esconder el estado. El hecho de aumentar la presión intraabdominal no tendría por qué llevar a abortos, pero si se restringe el espacio sí hay un aumento de riesgo de parto prematuro y bajo peso al nacer (a día de hoy vemos el mismo efecto en mujeres con alteraciones uterinas que impliquen un menor espacio para albergar al feto).

Una de las cosas más llamativas de las ilustraciones son el cambio de la posición de los órganos, cierta aunque no tan exagerada como se quiso hacer creer. Algunos de los cambios podrían ser análogos a los sucedidos en la primera mitad de la gestación, como una mayor propensión al estreñimiento o la compresión de la vejiga.

Por último, el uso continuo de corsé implica tener una estructura rígida que mantiene el torso erguido sin necesidad de la contribución de la musculatura de la zona, con su consiguiente atrofia, motivo por el que a día de hoy se recomienda su uso con ejercicios para conservar la llamada "faja abdominal".

Realmente, los corsés antiguos eran una tortura estética que podía llevar a alteraciones médicas importantes, aunque lo más probable es que la mayoría de usuarias no se vieran afectadas, puesto que el estrechamiento de la cintura a niveles peligrosos no debía ser frecuente y tampoco es algo que podamos trasladar a los corsés de hoy en día, salvo en el casos extremos.


4 dic 2014

¿Por qué tenemos dientes de leche?

Los dientes de leche, también conocidos como dentición decidua, son un hecho común en todos los mamíferos, no solo en los humanos como se podría creer. Esta primera dentición tiene una duración más o menos breve durante la infancia del individuo y luego es reemplazada por la dentición definitiva. Vamos a hablar un poco de estos dientes que, por su carácter pasajero, se les suele dar poca importancia.

La dentición de leche está compuesta por 20 piezas: 8 incisivos, 4 caninos y 8 molares temporales (que serán reemplazados por los futuros premolares). Si hacéis la cuenta, veréis que un adulto tiene 12 piezas más. Estos son los molares, que aparecen posteriormente como parte de la dentadura definitivo.

Si alguien se había preguntado como salen los dientes definitivos, aquí os dejo una foto de una mandíbula con la dentición de leche. Como vemos, los niños ya tienen los dos tipos de dientes. Los definitivos están debajo de los de leche desde el principio, acechando para salir, y se encuentran bastante amontonados antes de salir. Viendo la imagen parece imposible que esos dientes puedan llegar a salir alineados. Y precisamente aquí, llegamos a la función de los dientes de leche en los mamíferos, que no es más que conservar el espacio hasta que el crecimiento mandibular sea el suficiente para poder albergar toda la dentición permanente. Los dientes de leche también son necesarios para el desarrollo del lenguaje y de la función bucomuscular, pero el rol que los hace imprescindibles es que sean transitorios hasta que la mandíbula crezca para tener espacio para los otros 32 dientes definitivos. Además ayudan a que la erupción definitiva sea organizada, ya que el diente nuevo debe acomodarse al espacio que le deja el diente que ha caído (por eso la caída es progresiva).

¿Debemos preocuparnos por los dientes de leche?

Pues depende, cosas como que a un niño se le caigan antes o después que al resto de niños de la clase no debería ser signo de alarma. Pero sí que debería serlo que aparezca el diente definitivo antes de que se caiga el de leche correspondiente o que se caiga un incisivo y que su par no lo haga al poco tiempo. 

Ojo, porque la gente suele despreciar un poco los dientes de leche. Seguro que más de uno (yo incluida) ha pensado que da igual que a un niño le salga una caries en un diente leche, total si luego se cae y adiós caries. Pues no, pensad que la caries erosiona el diente y puede hacer perder algo de espacio para la futura dentición. Así que las caries en los dientes de leche deben tratarse siempre.

29 jul 2013

Y el mentón... ¿para qué sirve?

Si pensamos en qué nos diferencia a los Homo sapiens del resto de nuestros antecesores probablemente no tengamos en mente la barbilla... aunque este sea un rasgo que no ha sido compartido con otros homínidos. Se han barajado varias opciones sobre cuál es el papel de esta prominencia ósea tan singular.

La hipótesis más aceptada es que el mentón es un contrafuerte que ayuda a la mandíbula a sobrellevar el estrés mecánico de la masticación. El mentón es el punto de inserción de varios músculos que recubren el maxilar inferior, de modo que al masticar, ya que solemos usar los molares de un solo lado de manera alternada, la tensión se dirige hacia el centro de la mandíbula en lugar de concentrarse en un lado.

Pero si es así, ¿no deberían otros primates con una alimentación más contundente tener más mentón que nosotros? Nuestros antecesores tenían una mandíbula muy potente con dientes prominentes adaptada a una dieta fibrosa. Con la aparición del fuego y los cambios nutricionales, el número de dientes se redujo sustancialmente y la base donde estos dientes se asientan se volvió más fina, pero se conservó el grosor en la zona central, dando lugar al mentón. Es decir, que la barbilla es el resultado de una reducción del resto de hueso que rodea la barbilla, más que un crecimiento posterior. El resto de primates tienen también el punto de inserción muscular, solamente que no protuye como en nosotros porque el resto de mandíbula está igualmente desarrollada.



También es interesante como en los últimos años los antropólogos han vinculado el mentón con el habla. Según esta hipótesis el mentón sería una respuesta evolutiva a las tensiones generadas por los músculos de la lengua al articularla para hablar, especialmente por los músculos genioglosos (que se insertan en la parte posterior al mentón).

Por otro lado, hay quien menciona la forma del mentón puede ser un rasgo de atracción sexual. En los hombres, una mandíbula más ancha se correlaciona con mayores niveles de testosterona, mientras que en las mujeres esta correlación es inversa con los niveles de estrógenos. Esta hipótesis parece no tener muchos adeptos, pero explicaría porque tenemos diferentes tamaños según el sexo de individuo.

Muy probablemente todas estas explicaciones juegan un papel más y menos importante para desentrañar por qué tenemos mentón, aunque no sabemos del todo cierto cuál prevalece sobre las demás.