La costra láctea es esa especie de capa grasienta, descamativa y amarillenta que recubre el cuero cabelludo de algunos bebés, generalmente durante los tres primeros meses, aunque en algunas ocasiones se prolongue durante más tiempo.
La costra láctea se asemeja por su aspecto a la dermatitis seborreica que sufren algunos adultos. De hecho, la causa parece deberse también a una hiperestimulación de las glándulas sebáceas, ya que en los primeros meses de vida el bebé aún tiene parte de las hormonas sexuales que su madre le pasó durante el embarazo a través de la placenta, aspecto que puede activar las glándulas sebáceas. Esta influencia hormonal es la misma que hace que algunos recién nacidos presenten acné neonatal o incluso lleguen a expulsar algo de leche por los pezones. El exceso de grasa hace que las células del cuero cabelludo que van muriendo queden pegadas y formen una costra. Y aunque no es muy frecuente, esta condición puede extenderse a otras zonas del cuerpo con abundantes glándulas sebáceas, como las cejas, las ingles o detrás de las orejas.
Otros factores como la falta de higiene o de cuidados han sido plenamente descartados, puesto que la costra láctea es un evento normal, que sucede con mucha frecuencia, y de ningún modo es contagioso.
¿Debemos preocuparnos ante un bebé con costra láctea?
Definitivamente, no. No se trata de una enfermedad, se resuelve en unos meses por sí misma y el niño no tiene molestias, pues ni pica ni duele, a pesar de que en la base de las costras veamos un fondo enrojecido. En unos meses, las hormonas sexuales irán agotándose y las glándulas quedarán aletargadas hasta la adolescencia.
El único problema asociado a este fenómeno es que es más probable que, cuando el niño sea adulto, padezca dermatitis seborreica o acné, puesto que sus glándulas responden de una manera más activa ante los estímulos hormonales.
¿Tratar o no tratar?
En principio, lo mejor es no hacer nada y esperar a que caiga por sí sola. Pero si preocupa mucho a los padres, se puede aplicar aceite de oliva o vaselina con cuidado y aclarar con agua para acelerar su caída. No hace falta recurrir a productos especializados, excepto que se extienda a otras zonas del cuerpo y se alargue excesivamente en el tiempo.
Y, ¡muy importante!, nunca rascar las escamas porque podrían infectarse.