La industria farmacéutica, deseada por unos, odiada por otros y recelada por una amplia mayoría, no deja de ser un negocio que mueve millones y que tiene unas campañas de publicidad que estudian hasta el más mínimo detalle, como el aspecto y el nombre de los fármacos que consumimos.
El color
Este es el aspecto de publicidad más importante. El color más utilizado y con diferencia es el blanco, por dos sencillos motivos: es el color más económico y se asocia a la pureza, aspecto que da un punto positivo a la hora de consumir un medicamento. Después de este, encontramos el rojo (óxido de hierro) y los tonos amarillo-anaranjados de los carotenos.
En el otro extremo podemos ver que los colores menos utilizados son el lila y el negro. El negro no se utiliza por tema de marqueting, puesto que se tiende a pensar que es un color que causa rechazo en el consumidor.
Además de esto, la mayoría de comprimidos vienen lacados. Este recubrimiento los protege de la luz y de la humedad, haciendo que el paciente se tenga que preocupar menos por donde debe guardar sus medicamentos. El lacado también reduce la percepción del sabor amargo y protege el principio activo del ataque de los jugos gástricos.
La forma
La forma
La
mayoría de comprimidos son redondos porque es la forma que mejor rueda
por los conductos de las máquinas que las fabrican y por temas de
rentabilidad, ya que hacerlos con formas extravagantes implica comprar
una máquina que se va a usar exclusivamente para ellas, de modo que debe
ser un fármaco que tenga unas ventas muy elevadas, como sucede con
cierto producto romboidal y azul que todo el mundo conoce.
El nombre
Las farmacéuticas invierten mucho dinero contratando agencias especializadas que busquen un nombre con gancho. Los nombres deben pasar la aprobación de la Oficina Europea de Registro de Diseños y Marcas (con sede en Alicante) y de la Agencia Europea del Medicamento. Estas entidades desestiman entre el 50% y el 70% de los nombres que se presentan.
Los requisitos indispensables para un buen nombre son: que sea comprensible en todos los países de la Unión Europea, que no sea muy largo y que no se pueda confundir con otro fármaco que ya esté en el mercado. Todos aquellos nombres que sugieran propiedades que el medicamento no tiene, induzca a error con respecto a la composición o el nombre resulte ofensivo en alguna lengua donde se vaya a comercializar serán rechazados.
Además, hay una gran restricción de los adjetivos. Calificativos como instant, rapid u otros solo pueden usarse para describir que el tiempo de liberación al organismo es más rápido que otros productos, nunca para dar la sensación de que el paciente va a curarse antes. Del mismo modo, plus solo puede usarse si se trata de un medicamento ya comercializado, pero que esta vez va acompañado de otro principio activo, y forte cuando se trate de un medicamento con la misma composición pero mayor dosis que la ya comercializada.
A partir de estas normas, buscar el nombre idóneo se convierte en un trabajo de imaginación con varias estrategias que se repiten. Las letras que se vayan a incluir son importantes, en los últimos años hemos asistido a un boom de marcas que incluyen la X porque se asocia a un toque de modernidad y tecnología. También la Z se ha incorporado recientemente porque da un sonido que gusta en el cada vez más amplio mercado árabe.
También es muy frecuente que la marca haga alusión a lo que se espera del producto. Por ejemplo, los fármacos para tratar la disfunción eréctil; el nombre Viagra es una mezcla de "Viril" y "Niágara" (que sugiere flujo), además de que Vyagraa en sánscrito significa tigre, y el de Levitra (en alusión a levitar), o la moda en los 80 de poner nombres de mujer a las píldoras anticonceptivas para darles un plus de feminidad al producto, como Diane o Yasmin.
Fuentes:
Guía para la aceptación de nombres de medicamentos (Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios)
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