Momento en que piensas "¡Va a correr su madre!" |
Quien más, quien menos ha notado alguna vez un dolor agudo a la altura del hígado (esa zona llamada hipocondrio) mientras intentaba hacer algo de ejercicio. Generalmente las personas a las que nos ha sucedido esto no estamos muy acostumbradas a correr y es que la técnica a la hora de correr cuenta y mucho...
¿Qué me pasa cuando tengo flato?
La causa más frecuente de flato, y de la que pecamos muchos novatos, es una mala coordinación de la respiración. Teóricamente cuando una persona inspira, el diafragma baja y los músculos que recubren la caja torácica y la pared abdominal están relajados; el problema es que al correr hay gente que no controla bien la respiración y se descoordina, de manera que, al inspirar, están haciendo bajar el diafragma pero también acaban contrayendo la musculatura y esto tiene dos consecuencias durante el ejercicio. La primera es que la inspiración no es tan profunda y desaprovechamos parte de nuestra capacidad de inspiración, llevando menos oxígeno a los tejidos. La segunda es que nuestro hígado se acaba llevando la paliza de su vida, porque por un lado el diafragma lo desplaza hacia abajo, pero a la vez la contracción muscular lo golpea por delante. El hígado, como el resto de vísceras de nuestro cuerpo, no tiene receptores nociceptivos (los receptores nerviosos para el dolor), pero la cápsula de tejido fibroso que lo recubre, llamada cápsula de Glisson, sí que los tiene (y en abundancia), así que eso es lo que se nota cuando a uno le da el flato.
La solución es sencilla, basta con prestar atención a como respiramos mientras hacemos ejercicio e intentar respirar correctamente y de forma regular, relajando el abdomen durante la inspiración y contrayendo durante la espiración; adiós al flato y se mejora bastante el rendimiento.