La mayoría ya sabréis que la metadona es el fármaco más usado en los programas de deshabituación a la heroína. Pero si nos paramos a pensar, ¿no resulta de entrada contradictorio que para eliminar una adicción a un opioide se utilice otro opioide? ¿Es que la intención es cambiar una adicción por otra?
La metadona es un opioide sintético, emparentado con la morfina, la heroína o la codeína, que se administra por vía oral (aunque también tenemos formas intramusculares o endovenosas, menos usadas). Todos estas sustancias actúan del mismo modo, activan algunos receptores opiáceos que hay repartidos por todo el cuerpo.
La diferencia entre heroína y morfina radica en su tiempo de acción. La heroína es una droga que alcanza su máximo efecto a los 5 minutos de su adminitración y de muy corta duración (de 3 h como máximo). Además atraviesa con gran eficiencia la barrera hematoencefálica (que separa sangre y neuronas) provocando una sensación de bienestar explosivo. Estas características hacen de la heroína una droga muy adictiva.
En cambio, la metadona oral empieza a actuar a los 30 minutos de su ingesta, con una duración de hasta 24 horas. Su acción es más sostenida y menos potente que la heroína, así que con el tratamiento de metadona se tienen niveles de opioides suficientemente altos para no caer en un estado de abstienencia pero sin unos niveles tan altos que puedan provocar un colocón. Por un lado, es más difícil que alguien se vuelva adicto (aunque tampoco es excepcional) y por otro, no aparece el craving (la necesidad desesperada de consumir). Aún así, es necesario recordar que la deshabituación depende también de llevar una buena psicoterapia y las ganas del paciente de dejar las drogas.
Frikidato: Aunque la heroína suele consumirse inyectada y disuelta en agua, también puede inhalarse. Así que si recordáis Pulp Fiction, Mia no debería haber caído fulminada cuando inhala heroína pensando que es cocaína.
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